domingo, 27 de abril de 2014

La Lectura



- La verdad no sabía si consultar esto… no se, de alguna forma se me hace extraño.
- ¿Y eso por qué muchacho?. No seas tonto, no veo que haya nada de extraño, espera un poco que baraje bien y comenzamos. ¿Acaso no es importante para tí?
- Si… mucho…
- Bueno entonces déjate de tonterías y concéntrate en lo que estás consultando y ¡no te cruces! separa las piernas y planta bien los pies en el piso, nada de cruzarlos.
- Si, ya… no están cruzados.
- Bien.

Es muy temprano en la mañana, en medio del prado los carromatos parecen un rosario de coloridas cuentas que cayó del cielo hace miles de años y ahí quedó, flotando entre las flores, dándole un carácter festivo al paisaje por el resto de los tiempos. Las fogatas apenas dejan escapar unos delgados hilillos de humo, son los pequeños rescoldos de las brasas que amorosamente entibiaron la noche esperando que alguien los reanime. El silencio a esta hora apenas es roto por el tintineo de los carillones de chapitas y abalorios que cuelgan de las puertas.

- ¿Estás seguro que esto es lo que quieres saber?
- Si, totalmente.
- Muy bien… toma, corta la baraja en tres partes….¡con la izquierda niño, con la izquierda!
- Perdón…
- Umjum... ahora toma cuatro cartas de cada parte, júntalas y barájalas un rato concentrado en tu pregunta.
- Muy bien…

Me cuesta mucho concentrarme en mi pregunta. He visto esto tantas veces y sin embargo es la primera vez que hago una consulta para mí y es que esto es muy importante, no he podido dormir en muchos días pensando en ello y las horas se me han ido en un sube y baja de emociones encontradas que ya me tienen muy confuso.

No me he atrevido a comentarlo con nadie ni he buscado consejo de mis mayores pues temo miradas de burla y sus bromas que sé por experiencia a veces pueden ser muy crueles… finalmente me decidí a consultar mi sino en las cartas y temo estar demasiado nervioso o ansioso y que esa ansiedad estropee la consulta.

- Estás muy nervioso... cálmate. ¿Ya terminaste?, ¿estás seguro que es suficiente?.
- Si.
- Bien, dame las cartas... Debes saber que esto que tengo en las manos es mucho más que la respuesta a una pregunta, debes entender que estas cartas van a mostrarte muchas cosas, sobre tí, sobre tu futuro, sobre tu vida. Algunas serán afirmaciones contundentes, otras serán advertencias que deberás tener muy en cuenta porque desoír las señales puede resultar un error muy costoso. Con el favor de Dios y la Virgen de La Macarena podremos ver mucho más allá de aquello que tanto te preocupa así que abre los ojos, abre los oídos y presta atención… ¿Entiendes lo que te acabo de decir?
- Si.
- Muy bien.

Las cartas se van desplegando y cubriendo de color el oscuro tapete justamente iluminado por la vieja lámpara de aceite; reconozco algunas, arcanos mayores y arcanos menores y siento que debería conocer su significado y sus mensajes; debería… pero soy incapaz de conectarlas entre sí, de descifrar su misterio; nunca antes había prestado atención.

- Ah mira… - La sonrisa se va ampliando en su rostro. - Son unas cartas muy bonitas, ¿ves que no debías estar nervioso?

Viendo su expresión tranquila y sonriente me siento tentado a sentirme reconfortado; me siento tentado a dejarme llevar por la fé que su expresión convida.

- Bueno, vamos allá. ¿Ves esta carta?, es la Reina de Varas y mira, sale acompañada del Rey de Copas. Esta carta te está pidiendo que seas como ella, que seas entusiasta, seguro de tí mismo; que te dejes llevar por la alegría de la vida y dejes a un lado los miedos y vivas tu vida con intensidad y, como te digo, es muy importante que venga acompañada del Rey de Copas…
- ¿Y eso por qué?
- Porque el Rey de Copas representa la calma, la sabiduría. El Rey de Copas es un maestro que te enseña el camino con atención y afecto. Entre las dos te están diciendo que mantengas la calma, que tengas fé en tí mismo, que te entregues sin reservas a tu vida y la vivas sin miedos, manteniendo la calma ante cualquier crisis o problema, te están pidiendo que te liberes a ti mismo de las ataduras que el temor te ha impuesto y que tengas fé en tu propia capacidad para hacer frente a lo que sea que se te presente siempre y cuando actúes con calma y determinación…
- Ah, pero entonces eso es bueno.
- ¡Claro que es bueno!, te lo estoy diciendo. Pero atención, aquí está La Justicia dándote una advertencia.
- ¿Qué es?
- ¿Qué es?, es la ley de la vida, es la ley de la causa y efecto. Te está advirtiendo, pon atención, te está advirtiendo que debes ser muy cuidadoso en tus decisiones y acciones porque cada una de ellas desencadenará una serie de efectos, te está diciendo que lo que sea que hayas desencadenado o desencadenes volverá a tí y si no has sido responsable deberás pagar el precio y saldar las cuentas. ¿Me estás entendiendo?
- Si, claro que si.
- Esto es importante muchacho, se que estás muy preocupado por hacer lo correcto y seguramente por ello es que aparece esta carta; no pierdas de vista su mensaje. Tienes que actuar con absoluta responsabilidad, no te puedes permitir errar en esto siguiendo caprichos y veleidades pasajeras…. ¿Vas captando el mensaje?, seguridad, calma, responsabilidad… es una decisión importante, de eso no hay duda.
- Creo que la más importante en mi vida.
- Si, lo sé. Mira bien, el mensaje no puede ser más claro.
- Esta carta la reconozco, es La Estrella.
- Claro que la reconoces. Es una carta bella y es una bendición que te haya salido.
- ¿Por qué?
- Porque La Estrella niño mío representa la esperanza, es la inspiración, la serenidad, la promesa de hallar finalmente la paz. Te está pidiendo que seas generoso, que abras tu corazón y liberes tus sentimientos, que los des a conocer, que dejes ya de esconderlos. Piensa en tu pregunta, piensa en la razón de tu consulta. Esta carta te está dando inspiración, te está diciendo que es el momento, sin olvidar las anteriores te está diciendo que el fruto está maduro, es tiempo de sembrar esa semilla.
- Pero… ¿cómo?
- No lo sé, aún faltan muchas cartas pero todo se va perfilando, seguramente llegaremos a ello. Fíjate al lado de La Estrella tienes el As de Copas, en verdad es extraordinario, no podría haberte salido mejor.
- ¿Y eso por qué?
- Porque se complementan perfectamente entre sí y con tu consulta, el As de Copas aquí nos está hablando sobre lo que está en el meollo de la cuestión: El Amor.

La miro directamente a los ojos buscando alguna señal de burla, soy muy susceptible a eso y no quiero que me estén tomando el pelo. Ella me devuelve una mirada franca y una sonrisa distendida.

- ¿Qué me ves?. No me mires a mí, mira las cartas. Es en serio, el As de Copas nos habla de los sentimientos más profundos y de las oportunidades que se nos abren en su reino. No solo es abrirse al amor como te invita La Estrella, es también desterrar la ira y acoger el perdón. Todo se va encadenando ¿te das cuenta?.
- Si.
- Ten fé en ti mismo, mantén la calma en medio de esta crisis para que puedas tomar la decisión correcta, responsablemente y tomando en cuenta sus repercusiones futuras, abre tu corazón con fé y deja que el amor fluya sin el estorbo de las otras emociones negativas… ¿Lo estás viendo?.
- Si… explicado así tiene sentido…
- ¿Explicado así?... Ay muchacho…
- ¿Qué?.
- Nada, “explicado así”.... nada… mira esta, ¿la conoces?
- Si, es El Mundo ¿no?
- Correcto y es muy importante en esta posición.
- ¿En serio?
- ¿Vas a seguir?, ¡claro que es en serio!. ¿Alguna vez has sentido como si todo en tu vida cuadrara y todas las piezas casaran perfectamente en su sitio?. Esos momentos en que sientes que todo funciona en armonía… ¿lo has sentido alguna vez?
- Si, creo que si…
- Bueno pues a eso justamente se refiere esta carta. Te habla de realización, de plenitud, te está diciendo que si tomas las decisiones correctas estarás encaminado hacia el logro de tus metas y nada podrá apartarte de ellas.
- ¡Vaya!
- Exacto, ¡vaya!... mirala, te está diciendo que tienes el mundo en tus manos, a tus pies, que todo es posible, que debes entregarte a él sin reservas porque esa es la fuente de la auténtica felicidad… pero cuidado…
- ¿Con qué?
- Con el Siete de Copas, con esta… mucho cuidado.
- ¿Por qué?... es… ¿es algún peligro?.
- Ummm… depende de tí….
- ¿De mí?... ¿Cómo de mí?
- Mmmm si...Piensa en tu vida, piensa en tu vida en este momento y en todo lo que se relaciona con tu pregunta. Mírate con atención y piensa en todas las opciones que se abren ante tí… Seriamente, piensa en tu vida y date cuenta del nivel de orden o desorden que reina en ella… Te está advirtiendo sobre la disipación, sobre las distracciones pero también sobre las restricciones que tú mismo te has impuesto, sobre aquello ante lo que te cierras.
- Pero…
- No, escúchame. Esta carta te pide que hagas un balance sobre tí mismo y debes hacerlo, es muy importante porque de ello puede depender la decisión que tomes. Tratar de engañarse a uno mismo además de ser algo muy tonto es muy difícil. Esta carta pone el dedo sobre la llaga, ¿cuáles son tus opciones?, ¿estás tomando todas en cuenta?, ¿tu vida tiene el orden necesario para poder manejarlas o es un desastre tal que no hay manera de ejercer ningún control sobre ella?... Volvemos atrás… las palabras clave aquí son calma, serenidad, responsabilidad, confianza, fé, plenitud… ¿entiendes lo que te está advirtiendo esta carta?.
- Si.
- ¿Entiendes que si en verdad representa un peligro ese peligro no eres más que tú mismo y la manera como decidas vivir tu vida?
- Si, no me lo había planteado así antes pero sí, sin duda que lo entiendo.
- Muy bien, de verdad me alegro porque es muy importante, el autoconocimiento es vital para cualquiera y el Siete de Copas te sale para invitarte a realizar ese viaje… por tu propio bien…

La verdad no se si sentirme agradecido por la advertencia, vamos... claro que sí vaya, en especial porque nunca me había planteado tal cosa pero no se si tendré cabeza para semejante tarea cuando hay una sola cosa que ocupa toda mi mente…

- Oye… mi niño… hey, vuelve… no tienes que hacerlo aquí y en este momento... aún no hemos terminado…
- ¿Eh?... si… perdona es que…
- Nada guapo, nada. No te preocupes, vamos a seguir.
- Si claro, perdona…
- La Sota de Copas… que maravilla, ¿sabes a quién representa?.
- No, ¿a quién?.
- A Cupido... ¿qué tal?... que bien, todo cuadra perfecto… esta carta te está diciendo que ante tí está la posibilidad real de experimentar el romance y los sentimientos más puros y profundos. Es el augurio de una gran alegría. La promesa de una oportunidad que... ¡no debes dejar pasar!... debes dejar de lado las formalidades, debes establecer vínculos más profundos, debes abrir la puerta a sentimientos íntimos y duraderos… ¡Que cartas tan bonitas te han salido niño mío!, que cartas tan bonitas… ¡tómalas muy en cuenta!.
- Pues sí, la verdad que hasta ahora todas han sido cartas de aliento…
- De aliento y mucho más, fíjate en las que siguen a la Sota de Copas… El Ocho de Copas, es el momento de seguir adelante, de evaluar tus prioridades y dar pasos firmes para darle un significado profundo a tu vida y el Seis de Copas, la inocencia, la pureza, la bondad sencilla que te estimula a ser amable y generoso. Es el momento, hoy... ahora es el momento de tomar la decisión y dar un paso al frente y tomar a tu cargo tu vida… si tomamos en consideración el motivo de tu consulta creo que el mensaje es claro….
- Ufff… si, la verdad no puede ser más claro.
- Faltan dos cartas aún, estas debemos leerlas juntas, en especial porque La Emperatriz pone un acento especial y refuerza al Nueve de Copas.
- Y qué dicen.
- Esta, el Nueve de Copas, es la carta de los deseos, una carta que todos quisieran que salga en esta posición que te ha salido a tí… son los deseos cumplidos, la satisfacción, pero cuidado, ¡pon atención a lo que deseas! debes estar muy claro en las responsabilidades que conlleva aquello que con tanta ansia deseas porque se hará realidad y… ¿recuerdas el mensaje de la Justicia?... ¿la ley de causa y efecto y la obligación de asumir la responsabilidad y las consecuencias?
- Si, claro que si…
- Bueno, no lo olvides nunca porque el Nueve de Copas aquí te dice que aquello que deseas vendrá a tí sin falta y con todas sus consecuencias y debes estar preparado y dispuesto a asumirlas… ¿lo estás?.
- Si lo estoy, por supuesto que si, es en lo que más he pensado… ¿Y La Emperatriz?...
- Muchacho de mi alma… ¿de verdad tengo que decírtelo?... ¿no lo intuyes?... La Emperatriz aquí, al lado del Nueve de Copas es sentar cabeza, es poner los pies en la tierra. Te habla de la abundancia, del disfrute de los sentidos… de una madre fértil…

Me mira con una sonrisa pícara pero en sus ojos hay ternura. No, no necesita decirme nada más… claro que lo entiendo y sin poder ni querer impedirlo su sonrisa se me contagia y la replico como si fuese un espejo ante su rostro.

- ¿Quieres saber algo más?
- No, no… creo que no…
- ¿Y entonces?
- Entonces qué…
- ¿Qué haces ahí sentado?. ¿Qué estás esperando?
- Mamá…
- Dime mi príncipe.
- ¿Estás segura de… todo esto?. ¿Estás segura que eso dicen las cartas?
- ¡Pero bueno niño! ¿Cómo no voy a estar segura?
- Es que…
- Es que nada, ve… ya…  muévete, ve a hablar con ella, seguro ya se ha levantado y por su padre no te preocupes, ya Fermín habrá bajado al pueblo, yo hablo con la Fefa y entre las dos lo convencemos. Tu preocupate de convencerla a ella.
- No mamá, ella ya está convencida…
- ¿Entonces?, venga, venga. Deja ya de perder el tiempo. Ve a hablar con ella.

El corazón aletea furioso en mi pecho como un mochuelo que quiere escapar, al abrir la puerta del carromato el verdor del campo y los destellos del rocío en las flores contrastan con la penumbra de la que voy saliendo. En el primer escalón me vuelvo una vez más.

- Mamá… ¿hoy no me echa su bendición? 
- No, hoy no… ¿para qué?, ¿no ves las cartas sobre la mesa?. Sobre tí hay mayores bendiciones que cualquiera que yo te pueda echar.

sábado, 19 de abril de 2014

Ev



Es Evelyn, Evelyn McHale…. Es Ev pero no se lo voy a decir a nadie.

Igual tarde o temprano lo van a averiguar. No adelantaría nada dándomelas de enterado, ahí está la cartera, a alguno de estos idiotas se le ocurrirá revisarla y es mejor que me mantenga a un lado, que nadie sepa de mí.

Un carro de la ONU… que puntería.

Evelyn carajo ¿en qué estabas pensando?.

¿Estabas pensando?

Todo esto es estúpido… estúpidamente trágico, inútil. Nadie va a tener compasión de tí Ev, todos los muertos terminan por ser buenos pero tú no, los suicidas no, los suicidas nunca son buenos, siempre son culpables de algo o débiles o alcohólicos o drogadictos… o locos. ¿Creerá alguien que tú solo estabas aburrida?. ¿Quién te va a llorar? ¿quién tendrá compasión de tí y pedirá por la salvación de tu alma? yo no, eso es seguro, aunque me diste miles de razones jamás te insulté mientras vivías y no lo voy a hacer ahora que estás muerta.

Dios como eres bella. Si vieras toda esta histeria que has provocado estarías feliz, estarías entretenida un rato.

Increible… mantienes esa calma indiferente como aquel día en el bar cuando nos conocimos. Si, yo se que estás muerta, ni modo estar más animada pero mírate, la misma expresión relajada y ausente, en verdad parece una de esas siestas que te echabas en cualquier sitio en cualquier momento cuando querías huir del hastío que te provocábamos.

¿Dónde quedaron tus zapatos?; que vicio con los zapatos tenías, seguro quedaron allá arriba... seguro, ni pensar en dañarlos contra el pavimento. Ese destello en tus ojos ante una zapatería era la prueba irrefutable que algo en tu alma aún vivía, zapatos… esos si eran orgasmos… ¿verdad que si?...  yo lo sabía, yo te espiaba cuando te los ponías por primera vez, si…. ¿por qué crees que te regalaba tantos?

Y mataste a un hombre. No se si ya lo sabes... ahí está el pobre…. debajo de tí. Un carro de la ONU… un simple chofer… qué puntería.

Nunca tuviste compasión de nadie ¿por qué ibas a tenerla por este pobre chofer?. Evelyn, ¿qué carajo querías de nosotros?. Veníamos de una guerra, veníamos del hambre, el frío y el miedo; veníamos de ese vacío, de la nada autoinducida de la negación, la culpa y el arrepentimiento; veníamos de vuelta de todos los horrores y todas las vergüenzas y tu… tu nos mirabas como quien mira una piedra...en medio de una cantera.

Que estúpido es todo esto, tan estúpido que me siento avergonzado haber abrigado esperanzas alguna vez, de todos los planes. Cuántas veces Ev, cuántas veces me dejé el alma en tu piel; cuántas veces en el desayuno mientras como un imbécil iba tejiendo sueños tu mirabas sobre mi hombro como si allá atrás estuviese sucediendo algo más interesante, como si la puerta de la nevera pudiera ofrecerte lo que yo no podía, lo que yo soñaba para tí. Por supuesto que tiré la maldita nevera, estuvo dos días ahí atravesada en la escalera, todo un escándalo, me tuve que mudar.

Pobre infeliz... tendrá que esperar que te saquen a tí antes de poder intentar sacarlo a él. Cuando llegue el forense tomarán algunas fotos y luego levantarán tu cuerpo, lo pondrán en una camilla o en la acera, no lo sé, y lo cubrirán con una sábana o algo, te meteran en el furgón y adiós; otra vez Ev, por enésima vez adiós.

Por última vez.

No más “te quieros”, no más noches en vela espiando tu casa, no más zapatos, no más siestas groseras, no más tus cejas... nunca más tus cejas ni tus labios, no más fría indiferencia ni aburrimiento. No más antros ni drogas ni alcohol. No más nada. De nuevo el vacío es mío.

Un vacío a tu medida, el vacío perfecto. Ahora que estás muerta no siento absolutamente nada, ni siquiera sorpresa o asombro, mucho menos tristeza o rabia. Te veo ahí tendida con esa plácida tranquilidad, tan bien puesta que si no te hubiese visto caer me costaría creer lo que estoy viendo y negaría la evidencia.

Si, te ví caer y de todos los gritos ninguno fue tuyo, caiste en silencio y el aire movía tus brazos, parecía que te despedias de todo y de todos pero sé que no es así, no fue así, habría sido impropio de tí despedirte. Como si te importara, como si alguna vez te hubiera importado algo, alguien, al menos una de todas las veces que te dije adios. Creo que lo que más me deprimía era la indiferencia con que me mirabas y encendías tu cigarrillo y dejabas que el humo se escapara por tu nariz sin decir ni media palabra.

¿En que carajo estabas pensando?. Una vez mi padre me dijo que él no tenía la culpa que yo fuese incapaz de sentir pasión por nada; claro, eso fue antes de la guerra, antes de conocerte. Ahora da igual, no está ninguno de los dos. No tiene la menor importancia. Si me viera hoy no me quedaría más remedio que darle la razón… pero ya no importa.

Ahí llegan los de azul, gritando órdenes, empujando a los curiosos. No tardaron tanto… claro, es un carro de la ONU, les habrán metido prisas.

Ay Ev… ¿donde quedaron tus zapatos?, tal vez debería subir a buscarlos o tal vez… mejor... debería ir a tu casa antes que descubran quién eras y por qué te echaste a volar. No quiero que sepan de mí, no podría volver a prisión.

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Nota: La mujer en la foto se llamaba Evelyn McHale y se suicidó saltando de el Empire State Building, aterrizó sobre un carro de la ONU. Solo encontré registro del hecho, no de sus razones. Ocurrió en 1947.

miércoles, 9 de abril de 2014

Niebla



Nadie es inocente. Tal vez algunas personas durante algún periodo de su vida lo sean, tal vez... pero bien sabe Dios que yo no me cuento entre ellas. Me siento viejo y seguramente lo soy. Tal vez sea demasiado viejo ya para cargar con mis memorias, para seguir lidiando con mis recuerdos a la vez que sigo lidiando con la vida pero no hay nada que pueda hacer.

Aún faltan algunas horas para que termine mi turno ante el timón. El capitán y el resto de la tripulación duermen tranquilos, confiados en mi pericia y en mi conocimiento del río. La poca brisa que corre apenas es suficiente para agitar levemente las velas que cuelgan lacias, chorreando agua por la humedad de la niebla que nos envuelve desde el final de la tarde. Por fortuna en esta parte del río la corriente es suficiente para empujar con suavidad el barco hacia la bahía.

Nunca me ha preocupado la niebla. Allá en mi tierra era una constante, uno se acostumbra desde pequeño a vivir en ella, pronto se hace parte de uno, parte de la vida.

Crecí en una pequeña granja escondida en un alto valle al norte de los Cárpatos, en la lejana Rutenia. Mi padre, mi hermano y yo cultivábamos aquella estrecha tira de tierra y criábamos ovejas. Madre había muerto cuando yo aún era un niño de unas fiebres malignas así que no tengo recuerdos de ella.

Una vez al año, al final del largo invierno, mi padre llevaba la lana y otros productos de la tierra al lejano mercado donde los vendía o cambiaba por lo que fuese necesario para resistir otro año en aquel duro paisaje de montañas azules y afiladas peñas.

Tal vez sea la nostalgia pero creo que vivíamos bien, teníamos lo que necesitabamos, alimentos, una casa pequeña pero cómoda y acogedora, mucho trabajo eso sí, pero valía la pena, al menos yo era feliz.

Al morir padre mi hermano Rolfe quedó encargado de la granja, ahora él decidía que se hacía y cómo y cuándo se hacía; él llevaba la lana al mercado y el escogía y compraba lo que necesitáramos. No lo hacía mal, pero me imagino que si padre lo hubiese llevado con él alguna vez en alguno de sus viajes para enseñarle lo habría hecho mejor.

En una oportunidad se tardó más de lo acostumbrado y tras varios días de retraso lo oí llegar cerca del final del día, el ruido del carromato, los cencerros de los bueyes que tiraban de él y sus gritos me sacaron del sopor de una aburrida tarde de verano. Venía de pié en el pescante y me llamaba a grandes voces para que saliera a ver lo que traía. Traía una esposa.

María no era mucho mayor que yo, era casi una niña, no le calculé más de dieciséis o diecisiete años y aunque la veía un poco intimidada mostraba un gran aplomo mientras miraba todo con sus grandes ojos azules, mientras ayudaba a bajar las cosas del carro y mientras conocía lo poco que había que conocer de la casa y tomaba posesión del fogón y así, sin haberse refrescado ni cambiado, recién llegada, comenzó a preparar la cena.

Fue un gran cambio en nuestra vida, no solo porque hizo que, ahora si, valiese la pena sentarse a la mesa sino porque pronto toda nuestra ropa estuvo limpia y todos los desgarrones y partes gastadas fueron zurcidas y remendadas. Con la lana que conservábamos tejía fajas y cinturones, gorros; las rústicas pellizas de piel de oveja que usábamos para protegernos del frío pronto fueron cambiadas por verdaderos abrigos de lana.

María no paraba, todo el tiempo estaba ocupada con algo; había puesto orden en aquel desorden que era nuestra vida desde que madre había muerto y que se había agudizado desde que padre la había seguido. María había tomado el control, repartía tareas y obligaciones, vigilaba que todo se hiciera y ¡que se hiciera bien!, siempre con una sonrisa y una palabra o un gesto amable pero siempre inflexible. Fue un gran cambio en nuestra vida.

Pronto llegó el primer hijo, Viktor. Rolfe la acosaba cada vez que estaba cerca de ella y ella muchas veces se mostraba reticente. Yo pensaba que se trataba de mí, de estar los tres en aquella pequeña casa en la que no había espacio para la intimidad así que, si el tiempo lo permitía, me iba afuera sin decir palabra; en invierno me hacía el dormido roncando con fuerza e insistencia mientras duraban las urgencias de mi hermano. Nada cambió para María, aún embarazada, aún con el crío colgado del seno ella se afanaba en sus quehaceres siempre con su sonrisa, siempre con ese brillo en sus ojos azules.

Mi hermano seguía yendo al mercado todos los años y yo quedaba con ella y pasaba esas semanas en aquella soledad sin poder quitarle los ojos de encima, oliendo todas las hierbas del campo en su ropa cuando se acercaba tanto a mí al servirme la cena, tan cerca de mí que me mareaba y tenía que sujetarme con fuerza al borde de la mesa para no caer, para no salir corriendo, para no sujetar su brazo…

Un día volvía del potrero, recogía las ovejas para pasar la noche y la vi frente a la casa, doblada sobre un barreño lavándose, el cabello recogido en un alto moño, la camisola de lino sin mangas empapada y sus senos pequeños trazando dibujos contra la tela mojada cada vez que se movía al echarse agua en el cuello o en las axilas… tardé en reaccionar, estaba hipnotizado, cuando me di cuenta ella me miraba divertida, con los brazos en jarras y la tela pegada a su cuerpo; me señalaba las ovejas que habían vuelto a desperdigarse por el campo. Muy poco me importaban ya las benditas ovejas, caminé decidido hacia ella, la levanté en vilo y sobre la paja apilada a un costado de la casa su débil resistencia pronto se convirtió en íntima complicidad.

En los tres años que siguieron María trajo al mundo dos hijos más, Alex y Lukas, no sabría decir si alguno de ellos era mío.

Un año bastante malo, el segundo consecutivo, fue muy poco lo que Rolfe pudo llevar a vender, aún así cuando regresó venía muy excitado, entusiasmado. En la taberna del pueblo donde se realizaba el mercado había escuchado cómo le leían una carta a un parroquiano. No podía dar crédito a lo que escuchaba y durante los días que estuvo allá y durante el largo camino de regreso a nuestro estrecho valle se fue gestando el proyecto, se fue consolidando el sueño. Iríamos a América.

Calado hasta los huesos por la fría mortaja de niebla que me rodea hago sonar la campana de bronce que cuelga sobre la bitácora a intervalos regulares. La perceptible agitación de las aguas y el olor me avisan que nos acercamos a la desembocadura del río; hay que tener cuidado, en esta parte hay más tráfico de botes y barcos; más allá está la barra y al fondo de la bahía la ciudad.

La ciudad.

No ha cambiado mucho desde que llegamos, sin duda ha crecido, hoy hay puentes y edificios que entonces no existían, la ciudad ha crecido a lo ancho y a lo alto. Millones de personas siguen llegando a ella de todas partes del mundo; muchos se van buscando horizontes más lejanos pero son más los que se quedan en ella y de estos son muchos los que mueren sin que nadie note su falta. Esta ciudad se levanta hacia el cielo sobre la miseria de la tierra. De los sórdidos callejones y nauseabundos pozos de oscuridad y violencia ocultos a los ojos de Dios nació; de ahí surgió la fuerza que la levantó.

Rolfe había aprendido algo de húngaro y de polaco en sus viajes al mercado negociando los animales, la lana y todo lo que llevaba y lo que necesitábamos a hombres venidos de otras tierras. Gracias a ello pudo entenderse y medio entablar amistad con un polaco que también viajaba con toda su familia mientras estuvimos retenidos en aquella pequeña islita a la vista de la ciudad.

Con ellos fuimos a dar al barrio polaco, un verdadero ghetto, uno entre cientos que componían la ciudad, donde finalmente y al borde del pánico y pagando el precio de un palacio conseguimos alojamiento en el segundo piso de un anexo de tablas mal levantado, al fondo de un estrecho callejón sobre un patio de fétidas aguas estancadas, basura, barro y ratas del tamaño de un perro.

El espacio era mayor que el que teníamos en casa pero María, Rolfe, los tres niños y yo tendríamos que ingeniárnoslas para acomodarnos en él, lo compartíamos con otra familia.

Al cabo de unas semanas mi hermano y yo logramos encontrar trabajo en los muelles como estibadores, el puerto tenía una actividad frenética, los barcos entraban y salían, cargaban y descargaban uno tras otro sin parar. María en casa cuidaba de los niños y sentados en el colchón que era la cama familiar hacían collares de abalorios y flores de papel que después salían a vender.

Pasaban los meses y nuestra situación no mejoraba, el invierno fue crudísimo ¡y nosotros sabíamos de inviernos y de frío! pero aquello era diferente, la humedad reinante y permanente lo hacían insoportable, además nuestros abrigos ya solo eran un recuerdo de lo que fueron y no podíamos encender un fuego decente para calentarnos por temor a provocar un incendio, teníamos que conformarnos con una hornilla de carbón y la estufa común para intentar caldear aquella habitación.

La amargura de Rolfe crecía día con día, trabajábamos como verdaderos animales por un jornal miserable y por más que María se esforzaba con sus collares, bordados y flores estábamos siempre rayando en la frontera del hambre; no fueron pocas las veces que nosotros tuvimos que dejar de comer para que los niños pudiesen llevarse algo a la boca. Rolfe estaba todo el tiempo de mal humor y sus visitas a las tabernas eran cada vez más frecuentes.

Viktor, mi sobrino mayor, logró hacerse un lugar entre los niños que repartían el periódico. Me partía el alma. Prácticamente tenía que dormir en la calle, acurrucado en los portales del edificio del periódico para ser de los primeros en recibir un pesado bulto de papeles impresos; era la única forma, de otro modo no tendría oportunidad de llevar aquellos magros pero necesarios centavos a la casa cada día.

Yo estaba cansado ya de doblar el lomo bajo pesados paquetes, sacos, cajas. Todo el tiempo tenía la piel de las manos en carne viva por tirar de las cuerdas de las grúas y cabrestantes y ya estaba harto, francamente harto de recibir regaños por las ausencias de Rolfe y de los problemas y peleas causadas por su mal carácter. Después de muchos intentos conseguí una plaza en una de las pequeñas goletas mercantes que hacían la ruta de los ríos; el salario era mucho mejor y aunque eso significaba estar ausente por semanas la paga la recibía al final del viaje por lo que podía ayudar mejor a María a solventar los gastos de la familia entre viaje y viaje.

La niebla se deshace en fantasmagóricos jirones mientras el barco se acerca a la barra, a duras penas se distinguen los destellos del faro, fogonazos de un amarillo sanguinolento velados por esta pared movediza que apenas permite ver unas brazas más allá de la proa, a veces el destello llega en un momento en que la niebla se ha abierto un poco y es tan breve que da la impresión de haberse detenido el tiempo y el movimiento de las olas por un instante y así me parecía que transcurría mi vida y la de mi familia en aquellos primeros viajes. Como destellos de angustia que cortaban la monotonía de mis ausencias.

Un día llegue a la casa y me encontré a María sentada con la labor en el regazo y la mirada opaca, sus ojos azules velados por la niebla de la tristeza, Alex y Lukas dormían acurrucados en un rincón; llorando desconsolada me contó que a Viktor lo había golpeado un cabriolé al cruzar una avenida, el conductor no se detuvo, ni siquiera volteó; azotó con las riendas el lomo del caballo y se perdió de vista. Había sido muy grave. Pocas horas después Viktor había muerto y como ella no tenía dinero lo habían llevado al campo de misericordia y lo habían enterrado en una de esas fosas comunes. Rolfe se había enterado dos días después de lo ocurrido cuando llegó a casa, la había culpado a ella y la había golpeado.

En otra ocasión al llegar encontré a los niños solos, al cuidado de una pareja de ancianos que acababa de mudarse a aquel antro que llamaba “casa”. María había estado enferma, los vecinos creyeron que era el tifus y las autoridades se la llevaron al sanatorio. No, no sabían donde estaba Rolfe, no lo conocían. Tardé mucho en encontrarla y me costó casi toda mi paga lograr que me dejaran llevármela a casa. A mi hermano no pareció importarle nada de aquello, iba y venía cuando y como le venía en gana sin preocuparse de nada, ni por los niños ni por su mujer ni por nada.

Un día al abrir la puerta me encontré toda la habitación invadida por desconocidos, todos me miraban y no parecían entender nada de lo que yo les decía, evidentemente hacía muy poco que habían llegado a estas tierras, la única respuesta que obtuve cuando ya me desesperaba preguntando por María y los niños fue la amenaza de unos cuchillos rápidamente desenfundados de sus cintos y blandidos con cautela pero con determinación. Tuve que retirarme.

De regreso en la oscura escalera una vieja roñosa y desdentada, esa vieja roñosa que había estado ahí toda la vida sentada en un cajón, tanto tiempo que ya parecía parte de la edificación sujetó la manga de mi camisa, yo retiré el brazo con repugnancia y alce la mano dispuesto a darle una bofetada y ella echándose hacia atrás movió la boca como si intentara recordar como hablar. Finalmente con su voz rota y en un polaco que me costó mucho trabajo entender me dijo - Está muerta - y me lo repitió varias veces como si esa horrible frase le sirviera para retomar la capacidad de comunicarse.

Me contó cómo un día había visto a Rolfe esforzarse por subir la escalera, completamente borracho, resbaló y se cayó varias veces, finalmente había llegado al rellano, había abierto la puerta empujándola con todo el peso de su cuerpo y sin molestarse en cerrarla y dando traspiés había llegado a donde estaba María y halándola por el cabello había intentado besarla mientras con mano torpe intentaba quitarle el vestido. Ella se negó y lo rechazó. La vieja me contó cómo la había golpeado enfurecido mi hermano, la vieja había visto todo lo que sucedió después, los golpes, los gritos, el horror… me contó como llegó la policía horas después, demasiadas horas después y lo encontraron a él aún tendido durmiendo la borrachera y a ella con la falda levantada, rota, desmañada en un rincón como una muñeca de trapo olvidada… muerta.

A él se lo llevó la policía, no sabía qué estaba pasando, no entendía quién o por qué se lo estaban llevando. A ella también se la llevaron, cubierta con una sábana sucia. Y la vieja me contaba todo esto y de súbito se me detuvo el corazón y me faltó el aire, se me hizo un nudo en el estómago y agarrándola y sacudiéndola por los huesudos brazos le pregunté desesperado - ¿Y los niños?, ¿dónde están los niños? - ella me miró un momento y lentamente levantó los hombros en un gesto elocuente.

Pasé muchos días buscándolos, por los rincones, los callejones y portales; por los sucios patios y por las quebradas, preguntando a todo el que se me cruzaba. Nunca los encontré. Si hubiesen sido niñas tal vez habría sido mucho más fácil; las niñas abandonadas no duran mucho en la calle, siempre hay un alma caritativa que las recoge y las atiende siempre y cuando ellas atiendan bien a los clientes, pero los niños no. Con los niños es diferente.

La niebla cubre la bahía ocultando la ciudad, no va a durar mucho más, en este espacio más amplio sopla el viento del océano que pronto la barrerá y no falta mucho para el amanecer.

- Buenos días Maestre, ¿alguna novedad? -.
- Buenos días Capitán, no señor ninguna, todo en orden -.
- Bien -.

La goleta poco a poco toma velocidad, atravesamos la bahía y a estribor veo la baja silueta de aquella pequeña isla donde llegamos hace tantos años cargados de esperanzas, contagiados por el sueño de Rolfe.

Todavía están ahí aquellas largas barracas donde tuvimos que quedarnos mientras se arreglaban los papeles, donde un día el jefe de estación convenció a María de vestir sus mejores galas y posar para él, quería tomarle una fotografía y ella se sentó muy quieta con su chaleco y su blusa bordada, su faja tejida a mano y su pañuelo de lino… y sus collares, todos sus collares; nerviosa, seria, con su piel quemada por el sol y el salado viento marino no se atrevía a mover ni siquiera sus ojos, sus hermosos ojos azules

martes, 8 de abril de 2014

El Fin.


No hay placer.

No hay dolor.

No es fácil romper el ciclo.

Muchos respetan, adoran, temen, pero pocos comprenden lo que significa ser un Sadhu. Algunos nos desprecian, nos ven por los caminos y en los ojos que nos siguen se ve claramente su desdén aunque se inclinen en respetuoso saludo. Ellos son prisioneros. Esto no es un atajo, esto es comprensión; el camino a la liberación. La vida de un Sadhu es compromiso, sacrificio, renuncia. El propósito es la liberación definitiva del ciclo del karma.

Shiva marca el camino, Shiva es el camino, el modelo. De los tres aspectos del Trimurti; Brahma y Vishnu crean y perpetúan el ciclo pero Shiva es la puerta, la ruptura, la destrucción, el fin del egoísmo, del interés, el fin de Maya.

En algún momento fuí joven, tuve familia, mi propósito era el propósito de mi padre, mi vida habría de ser una repetición de la suya pero un día cruzó la aldea un hombre santo, un Sadhu completamente desnudo, cubierto de pies a cabeza con cenizas sagradas, arrastrando el cabello por el polvoriento camino. Una larga rama de Banyan le servía de apoyo.

Los pocos que no estaban en los campos y lo vieron pasar lo saludaron con respeto. El continuó su lento caminar sin dar muestras de haber notado a quienes se cruzaban y se apartaban inclinándose con las manos unidas. Seguía un camino antiguo y solo por él conocido; estas personas no existían, la aldea no existía.

¿Por qué recuerdo esto?, ¿cuál es el mensaje?...

La oscuridad y el silencio han signado esta ilusión que otros llamarían vida desde las orillas de su ignorancia, tras los barrotes de su prisión de carne no son capaces de ver la verdad; las tres líneas cenicientas en mi frente son  la señal, la promesa. Una vida de meditación profunda, de castigo y subyugación de la materia, de esta carne que me ata al ciclo inefable del karma. Aprender para olvidar. Olvidar para aprender. Esa es la clave. La mortificación el camino.

Y ya conozco los caminos, muchos. Los de esta tierra y los de el espíritu. Aquel fue el primer verdadero camino que recorrí, en pos del hombre santo subiendo la montaña. Empujado por la curiosidad di mi primer paso hacia la iluminación.

No me importó dejar atrás a mi familia, las veleidades egoístas de mi padre, la corrupta decadencia de mi madre, trayendo niños al mundo sin cesar; repitiendo y multiplicando los ciclos del karma, dándoles continuidad y mi padre acentuándolos pues, cada vez que mi madre le daba una hija, él llevaba el bebé al torrente cercano a…”bañarla”... y volvía con las manos vacías.

Todas las aguas alimentan el Ganges, en eso mi padre no estaba equivocado, un ciclo interminable de vida y muerte viejo como el mundo, infinito como la verdad. Todos transitamos este río que es la vida pero solo el Ganges nos limpia de ella.

La primera vez que ví el Ganges ya llevaba con mi maestro varios años, caminando, viajando. Siempre hay que estar en movimiento, uno no puede permitirle a la carne que se acostumbre al descanso y la molicie. El único momento en que el cuerpo no se mueve es durante la meditación pero eso no significa olvidarse de él. El cuerpo debe ser sometido, aleccionado, dominado, hasta que el dolor deje de existir. El trabajo es constante.

¿Se trata de esto?, ¿me he desviado y debo recordar?. En el vacío absoluto de esta larga meditación la luz pugna por abrirse paso.

La luz.

Uno de esos días luminosos en que ya los campos echan de menos el monzón tomé mi primer discípulo. Fueron tantos, todos eran uno solo. Todos eran el mismo. Tomábamos las ofrendas de alimento que nos dejaba la gente. Caminábamos, meditábamos, recorríamos la orilla del gran río recogiendo la ceniza de las piras funerarias para marcar nuestro cuerpo. Ellos aprendían a cantar los Vedas, a meditar, a retorcer su cuerpo con el yoga, a controlar sus apetitos. Yo aprendía a ir más lejos, más profundo dentro de mí. Aprendía a no ser para poder ser.

Un maestro no enseña a su discípulo, éste aprende de aquel, viendo, escuchando, sintiendo, imitando. Si no conoce las respuestas no tiene sentido que haga preguntas porque esas preguntas serían vanidad, serían preguntas del ego y si conoce las respuestas no tiene sentido que haga las preguntas pues estas serían desperdicio y no puede haber desperdicios. El maestro aprende a caminar por el mundo sin dejar huellas en el tejido del Maya; el discípulo debe aprender a seguir esos caminos con la única guía de su dedicación y compromiso.

Algunos discípulos siguieron su camino al cabo de grandes esfuerzos y de mucho tiempo, otros se borraron a sí mismos mientras yo estaba sumido en alguna meditación. Nada de lo que suceda en este mundo de ilusión nos llega. En el silencio interior no hay tiempo, no hay distancias, no hay sonidos. No hay nada.

En la nada se sumerge el que busca la verdad sin garantías de encontrarla, sin garantías de no perderse... sin garantías de regresar. A veces las meditaciones duran tanto tiempo que cuando uno regresa a esta ilusión no es capaz de reconocerla, hay que hacer un esfuerzo por aceptarla de nuevo, por comprenderla, por asumir el castigo de seguir atado a ella.

Se que estoy volviendo lentamente, eso deben significar todos estos recuerdos, estos deshechos de Maya que aún no he logrado desterrar. Es la materia tendiendo los lazos que buscan amarrarme, sujetarme a ella. Siento la luz, me rodea, me calienta. Siento que estoy tan cerca y sin embargo sé que esta sucesión de imágenes y recuerdos parecen indicar lo contrario. Vuelvo a mi cuerpo. ¿Vuelvo a mi prisión?.

El calor es demasiado intenso, abrir los párpados me obliga a un esfuerzo tremendo; aunque el silencio es absoluto sé que mi viaje ha terminado, la luz seca es cegadora, demasiado cruda violenta; esta no es la luz que busco. Mis brazos y mis piernas están cubiertos de llagas que no soy capaz de recordar.

La ilusión ha cambiado y no soy capaz de reconocerla.

Apenas puedo reconocer este gran bloque sobre el que estoy sentado y lo conozco, cada año me he sentado aquí a meditar tras purificarme en las aguas sagradas del Ganges… El Ganges. El gran río no está; allá abajo, a varios metros de donde estoy sentado se extiende una costra de tierra oscura y reseca, cuarteada como mi piel de la que asciende un olor putrefacto de muerte vieja.

Y no le temo a la muerte, hace mucho tiempo morí yo también. Mi maestro me guió por los campos del silencio, me develó sus misterios, condujo los ritos funerarios que marcaron el fin de mi vida. El ritual era necesario para dejar de ser quien era pero esto es diferente; no es la muerte del yo, es la muerte de Maya, el fin de la ilusión y yo estoy atrapado en ella.

Todo está cubierto por un fino polvillo grisáceo y nada se mueve; ni siquiera hay viento, ni aves en el cielo que lo remonten. Allá en la otra orilla, en lugar de aquel océano verde que me recibía en cada regreso se extiende una llanura de tierra donde baila la luz una fantasmagórica danza, ilusiones dentro de la ilusión.

El mundo de la vanidad y la miseria, el mundo del egoísmo, el deseo... está vacío, muerto; solo estoy yo y por primera vez en mucho tiempo siento hambre…

… y sed, mucha sed...