domingo, 12 de junio de 2016

La rabia.

Hoy me habita la rabia y yo la habito a ella.

Hoy ya no soy y es definitivo, hace tiempo que dejé de ser; con lentitud, inadvertidamente, mi yo descascarillado, oxidado y salitroso se descompuso de manera irremediable y se mezcló con la hiel, con la bilis, con el fétido fango que cubre hoy mi universo.

Ya no me conozco y ya no me importa; cuando estoy desprevenido me agreden memorias que me resultan ajenas, inventadas, manifestaciones de un subconsciente imposible. Recuerdos acusadores, burlones, insidiosos y vergonzosos...ridículos en su levedad, en su banalidad.

Hoy soy la rabia carajo atrapada en el pantano interior de un sujeto universal que, maldita sea la hora, se descompone en lentos siglos, en los pozos negros donde no se atreven las alimañas, los sentimientos, las emociones, solo el nuevo-viejo yo dando vueltas y vueltas en la oscuridad y el silencio buscando esa línea de negros fundidos que haga la semblanza de un horizonte.

La rabia de no poder gritar, la rabia de no poder golpear, la rabia de no poder soñar.

La rabia del final, del poco tiempo, del cansancio. La rabia del cómo carajo se empieza de nuevo.

La..."cállate la boca", la ... "aguanta y sigue", la ... "vuelve a levantarte", la ... "paciencia hijo, paciencia".

¡La rabia carajo! llenando todos los espacios; tiñendo el pensamiento de sombras y dolores. Convertido en el grito roto e incontrolado del testigo inútil, del trabajo inútil, de la esperanza inútil.

La rabia de la hecatombe y el holocausto, la de la llave perdida, la del no va mas cabrones hasta aquí nos trajo el puto rio.

Quiera esta tierra que me vaya y nunca regrese a ella porque si lo hago ya no habrá dique que me contenga... a mi... a la rabia.