viernes, 2 de agosto de 2019

De Súcubos y Visitaciones


Invade mi noche embozada en la oscuridad densa de la luna nueva, silenciando grillos y espantando a los gatos pardos que se evaden presurosos de su estela. Anuncia su llegada deteniendo el viento, borrando el tiempo.

Los barrotes de mi ventana no son obstáculo. A su paso, como largas y vaporosas alas, alzan las silenciosas cortinas su infructuoso vuelo; hacen bucles, dibujan ondas, se rizan alrededor de su cuerpo impalpable como llamaradas blancas, como una explosión de espuma repelida por el núcleo ardiente de su presencia.

Me mira tendido en mi lecho, inclina su apetito sobre mí y colma mi sueño de ávidas uñas que recorren mi cuerpo con prisas, dibujando arcanos glifos que arden en la piel como quemaduras de cuchillos al rojo vivo; arañazos que abren surcos en mi pecho de arena donde siembra su semilla de lujuria salvaje, sentenciando a mi alma a ser abismo, a ser un pozo donde volcar su deseo antiguo e insaciable...

Y se ríe poniendo a la noche en suspenso.

Rechinan afilados y luminosos sus dientes junto a mi cuello. Sus labios brillantes desgranan en mi oído interminables retahílas de palabras soeces, de procaces amenazas. Su voz, con la aspereza de una llama que muere crepitando sobre rescoldos, me reclama en propiedad con palabras ininteligibles que imprimen en mis sentidos fantasmagóricos tatuajes de retorcidos rituales, holocaustos para la glorificación de su sexo.

La mujer primordial, la única, la definitiva

El peso de su cuerpo me paraliza, su perfume a profundidades me embriaga y me envenena dejándome inerme, indefenso ante sus caprichos. En el calor de su boca, en la firmeza brusca de su mano, en su cuerpo de niebla la erección es dolorosa y absoluta. Me toma sin contemplaciones y cabalga mis despojos con furia, con deliberada y calibrada violencia y se ríe. Sus nalgas golpean mis muslos, su pelvis machaca la mía hundiéndome con cada embestida un poco más en la locura... y se ríe. Curva su espalda hacia atrás y sus senos inalcanzables, inasibles, bailan ante mis ojos describiendo el infinito con sus pezones encendidos como brasas, como ojos de otro mundo que me marean y me dominan y de nuevo ríe como ninguna criatura ha reído jamás.

El orgasmo atenaza mis testículos, voy a morir dentro de ella, lo sé. Voy a terminar mi existencia expulsando la poca vida que me queda en una eyaculación brutal y definitiva... y ella lo sabe, eso es justamente lo que quiere. Lo siente venir y ya no ríe, se inclina sobre mí sin dejar de moverse, sus uñas se entierran en mi pecho, escarban profundo y se hincan en mi corazón desbocado; una sonrisa enorme se dibuja en su rostro y sus ojos se clavan en los míos, brillantes, expectantes, burlones...

Mi cuerpo se sacude en una violenta convulsión, me licuo, fluyo como un torrente impetuoso a través de mi mismo derramándome dentro de su bruma y, mientras el universo se borra para mí, en sus ojos encendidos alcanzo a ver reflejado mi mayor miedo...

Despertar de este sueño...

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