sábado, 24 de junio de 2017

Lejos



Y pasa tu tiempo y pasa el mío.

El día escurre su miseria de lluvia y se despereza en la luz de la tarde que nace a destiempo.

El sol se desliza discreto por detrás de unas nubes cansadas este sábado cualquiera y el leve peso de tus yemas en mis labios no es para imponerme silencio sino para incitarme a hablar, tu rostro tan cerca, tus ojos fijos en mi boca mientras la acaricias, quieres descubrir las palabras antes de que broten, adivinar la palabra futura antes de pasar la pagina de la vida que registra este momento.


Tus dientes son piedras preciosas al reflejo de algún mediodía perfecto y se asoman entre tus labios que se mueven como recitando sonidos que aun no he producido; mudas muchas veces tu expresión, abriendo los ojos, arqueando las cejas, apenas mueves tu cabeza como la madre que enseña a hablar con la expectativa del éxito gratificante. 


Y yo no puedo hablar.

Y yo solo existo en el hipnótico roce de tus dedos.

En el desvarío de tu perfume que sube a mi desde tu cuello, desde tu pecho, en el fulgor de tus ojos amables, en la pálida eternidad de tu piel.

Afuera los pájaros se desperezan, sacuden las últimas gotas de agua en sus plumas y cantan su reclamo a sus vecinos que responden con la ligera algarabía del sobreviviente.

Tu índice limpia las filigranas que tus besos tatuaron en mi boca, tu cabello negro, liso, brillante, impecable, cae a un costado y acaricia mi mejilla y tu corazón late contra mi pecho como si fuese el último pájaro en sacudirse la lluvia.

Y en silencio me pierdo en tus ojos, en tus labios, en el dulce roce de tu piel, en una caricia larga desde tus hombros hasta tus muslos.

En la ventana los perros ladran, alguien ofende al mundo con su música estridente, un avión anuncia que ha dibujado su estela en el cielo...

Y yo sigo mudo fijando en lo mas profundo de mi alma la levedad de tu cuerpo sobre el mío, el abrazo de tu pierna en mi cadera, la alegre curva de tu cintura y todos sus destinos, el perfumado beso de tus pechos en el mio.

Mis ojos se reflejan en los tuyos, me miras con mi mirada, me integras en ti con un suspiro, tus dedos separan mis labios y tu hermoso rostro se desenfoca cuando lo acercas, desaparece cuando me besas y yo cierro los ojos y solo existo en la húmeda magia de tus besos, en la dulce impertinencia de tu lengua, en la suave presión de tu pelvis.

Y pasa tu tiempo y pasa el mío, en el abrazo perfecto, en el beso justo, anulando el tiempo y las distancias, desterrando al mundo afuera, ajeno a esta fantasía...

...lejos de tu piel y de la mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario